Los españoles dormimos poco, o no lo que deberíamos. Somos, después de los portugueses, los europeos que más tarde nos acostamos. Más de la mitad nos dormimos pasadas las doce de la noche, algunos incluso más tarde de la una de la madrugada.
Esto se produce en gran medida por nuestro ritmo de vida. Mientras en el resto de Europa salen del trabajo alrededor de las cinco de la tarde, muchos españoles no dejan la oficina hasta las ocho. Aunque a veces sea solo por aparentar.
Si sales tarde del trabajo, vas tarde al gimnasio, cenas tarde, al final te terminas metiendo en la cama después de medianoche. La programación de televisión tampoco ayuda. Ninguna serie de las que se retransmiten en las cadenas públicas empieza antes de las 22.30.
Eso se traduce en que acabamos durmiendo unas seis horas diarias de media y vamos a trabajar entre bostezos pensando ‘ya recuperaré el sueño el fin de semana’. Sin embargo, eso es un error. Si queremos rendir de verdad, hay que dormir más y mejor. Un médico especialista apunta que la única forma de cambiar nuestros hábitos de sueños es “entender para qué sirve dormir”. Conociendo estos motivos, veremos las cosas de otra manera.
Dormir ayuda a no dormirse. Cuando dormimos generamos vigilia, la capacidad de mantenernos despiertos. Los neurotransmisores responsables de continuar esa vigilia se generan durante la noche y hasta que no se ha concluido este trabajo, no nos despertamos correctamente.
El descanso elimina basura. Investigadores de la Universidad de Rochester (EE UU) determinaron que al dormir limpiamos el cerebro y liquidamos los subproductos de la actividad neuronal que se aglomeran durante la vigilia. El estudio señala que durante el descanso se eliminan residuos como la proteína beta-amiloide que es la encargada de la enfermedad de Alzheimer y otros trastornos neurológicos. Según este estudio, las personas con problemas incipientes de memoria mantienen menos tiempo en sueño profundo y tienen un sueño singularizado por menos ondas lentas.
La cama es nuestro taller. Dormir es el instante de reparación, restauración y memorización de todo lo que hemos gastado e instruido en el día. “Durante la noche, mientras descansamos, recuperamos nuestras fuerzas y configuramos nuestra memoria”, aclara uno de los expertos. Precisamente por esto no necesita descansar lo mismo un adulto de 50 años que un infante de cuatro, “que se mueve mucho y aprende mucho”. En su caso el taller de sueño debe actuar como mínimo durante 11 horas mientras que para la mayoría de los adultos es suficiente con 7 – 8 horas. Lo mismo señala el doctor Jesús Escribá, director de Instituto de Medicina del Sueño: “El proceso de consolidación de lo aprendido durante el día se produce esencialmente durante la fase REM, que tiene lugar principalmente en la segunda fase de la noche”. Ya lo dice el refrán: lección dormida, lección aprendida.
Solo a un 5% de la población tiene suficiente descanso con menos de seis horas de sueño. El 90% de los adultos necesita descansar entre 7 y 8 horas al día. Solo un 5% de la población, los conocidos como ‘dormidores cortos’, tiene bastante con 5-6 horas. “Pero necesitan 5-6 horas, todos los días de la semana, todas las semanas del mes y todos los meses del año”, insiste un medico especialista. El otro 5% son los longsleepers (dormidores largos) que necesitan entre 9-10 horas.
Las ojeras son el resultado de la falta de sueño.
No te engañes pensando que son fruto de la genética, las ojeras son una señal de que hemos descansado poco. Durante el sueño profundo producimos la hormona del crecimiento. En los niños los hace crecer y en los adultos ayuda a reparar los tejidos. El grado de reparación tisular es culminante durante las dos-tres primeras horas de sueño. Por esto cuando descansamos poco o mal, tenemos ojeras.
El sueño no se puede recuperar.
Puedes pasarte la semana diciendo ‘ya recuperaré el sábado’, pero es un error. Uno de los expertos señala: “El sueño no se recupera. Se malgasta, como el tiempo. Solo se puede recuperar un 25% de lo que no hemos dormido durante la semana”.
Cuando duermes, quemas más grasas. Esta es la razón que demuestra por qué cuando te levantas te sientes mas ligero que durante el resto del día. Además, según señala el Instituto de Medicina del Sueño, señala que la falta de sueño también influye en la capacidad para procesar la glucosa, lo que puede inducir altos niveles de azúcar en la sangre y fomentar la diabetes o un aumento de peso.
Acostándote a la misma hora, dejarás de sufrir al oír el despertador.
Apretar cada mañana al botón de retrasar la alarma tiene una explicación: no estas durmiendo lo suficiente. Un médico especialista en trastornos del sueño lo denomina síndrome del sueño insuficiente. Las personas que descansan normalmente una media de seis horas tienden a posponer la alarma del despertador, tienen la necesidad de echar la siesta o duermen más durante el fin de semana. Esto aclararia por qué la gente que duerme ocho horas diarias se despierta pronto los fines de semana que no sale. Es señal de una buena higiene del sueño.
Dormir ayuda a mejorar nuestro estado de alerta.
Además de pérdidas de memoria y recuerdo, las personas que descansas poco o mal se vuelven más lentas y menos precisas. “Esta falta de sueño puede promover una alteración en el habla y dificultad para instruirse, crear y resolver problemas”, señala el Instituto de Medicina del Sueño .
Con siete-ocho horas de sueño, somos más felices y sanos. Uno de los principales resultados de la falta de sueño es la irritabilidad, si no descansamos bien solemos estar de peor humor e incluso padecemos tristeza y ansiedad. Tampoco rendimos tanto como deberíamos y somos menos eficientes en trabajo y estudios. A esto hay que añadir que las personas con déficit de sueño suelen pedir más bajas médicas y sufren más accidentes.
Tomado de artículo original de MARGARITA LÁZARO publicado en HUFFINGTON POST tras enrevista con Jesús Escribá, Director del Instituto de Medicina del Sueño